La Oración Centrante: Un encuentro con Thomas Keating
El P. Thomas Keating O.C.S.O. nació; en N Y en 1923, entró; a la orden Cistiersence en 1944 en Valley Falls, Rhode Island, catorce años después fue nombrado superior del monasterio de San Benito en Snowmass, Colorado y en 1961 fue nombrado abad de la Abadía de San José en Spencer Massachussets.
En 1981 después de; veinte años en Spencer, regresó a Snowmass. En 1984 el P. Keating fundó; Extensión Contemplativa, programa internacional de formación y apoyo para la vida contemplativa, para animar a monjes, clérigos y laicos a practicar esta forma de oració;n contemplativa.
Ha sido presidente del Diálogo Monástico Interreligioso, que promueve intercambios entre monjas y monjes de las distintas religiones del mundo. Miembro del Comité Internacional del Consejo Mundial para la Paz, que impulsa el diálogo y la colaboración entre las religiones y de la Conferencia Interreligiosa en Snowmass. Conferencista en muchos países, dictando seminarios y participando en encuentros contemplativos. Ha sido destacado maestro convencido del poder de la oración, para cambiar a las personas y al mundo. En sus reflexiones deja palabras que impulsan a los que las escuchan a comprender que la tradición de la Iglesia consiste en la transmisión viva de Cristo a sus discípulos, orientada por la fe, la profundidad e intimidad y la experiencia hacia El Maestro Jesús, ayudándonos a afrontar los desafíos que la vida nos presenta en el diario acontecer.
Es autor de muchos libros, entre ellos Mente Abierta, Corazón Abierto, que ha llegado a ocupar el número uno en ventas, en publicaciones sobre temas de espiritualidad; Invitación a Amar; El Misterio de Cristo; Condición Humana; Crisis de Amor, Crisis de Fe; Intimidad con Dios; El Reino de Dios es como...; La Mejor Parte; Frutos y Dones del Espíritu Santo; Santa Teresita de Lisieux y más títulos en Inglés que no han sido traducidos.
Thomas Keating es un monje cisterciense norteamericano, que tras conocer el zen, ideó un modo de oración cristiana para guiar a la contemplación basada en la tradición monástica cristiana.
Una conversación con él.
¿Qué es la contemplación?
La contemplación es la experiencia de la presencia de Dios o de la afluencia de la Gracia, en un sentido distinto a pensar en Él, o a tener sentimientos hacia Él.
Es experimentar a Dios.
Sí, en cierto grado, pero no como Dios es realmente, porque esto es algo que está reservado para la vida futura. Pero es un gustar el sabor del misterio último al que llamamos Dios en la tradición religiosa judeocristiana, y recibe otros nombres en otras religiones. Pero hay un solo Dios.
¿Cómo se puede ser místico y vivir y trabajar en medio del mundo y de sus luchas?
La respuesta a esta pregunta es la misma razón de ser de la Oración Centrante. Es necesaria una disciplina práctica para la vida cotidiana, que permita relacionarse con Dios en un nivel más profundo que el del pensamiento, o incluso del sentimiento. Me refiero al nivel de la fe, la esperanza y la caridad en el sentido de amor desinteresado.
La Oración Centrante consiste en un período durante el cual nos apartamos del ruido tumultuoso del momento presente, del medio ambiente, de nuestro propio ruido interior, de nuestros comentarios internos sobre lo que está sucediendo, y de nuestras reacciones emocionales ante ello, y entramos en lo que Jesús llama, en Mateo 6: 6, "orar en secreto".
¿Qué es, en sí, la oración centrante?
La oración contemplativa es una apertura de la mente y del corazón, de todo nuestro ser a Dios, el Misterio Último, más allá de pensamientos, palabras y emociones. Es un proceso de purificación interior que lleva, si consentimos, a la unión divina.
Es un tipo de oración que existe desde los primeros tiempos del cristianismo. Es un método diseñado para facilitar el desarrollo de la oración contemplativa al preparar nuestras facultades de forma que cooperen con este inmenso regalo de Dios. Es la frecuentación de este espacio dentro de nosotros, el cultivo de este nivel espiritual de nuestro ser, lo que nos abre a la sanación, a la “terapia divina”, por así decirlo.
La redención es la sanación de nuestra naturaleza en sus mismas raíces de pecado, y la sanación de las heridas emocionales de nuestra vida, de lo que San Pablo llama el “hombre viejo”, o de lo que la sicología gusta de llamar ir “del falso yo” al verdadero yo”.
¿En que consiste la disciplina?
Se trata de una práctica regular que nutre y fortalece esta profunda relación con Dios, que es fuente de paz en toda circunstancia, incluyendo las más desastrosas. La razón es que en la oración centrante uno encuentra a Dios como un Dios de infinita misericordia. Y esto es lo que nos capacita para mostrar misericordia hacia todas las demás personas, y para experimentar nuestra unidad con toda la humanidad, y nuestra responsabilidad por los sufrimientos de los demás en el pasado, en el presente y en el futuro.
¿Con qué regularidad debería efectuarse esa disciplina?
Se recomienda que se practique por 20 minutos, dos veces al día, con el fin de adentrarnos en el recinto del silencio. Esto crea un solaz y un reposo interior.
¿Y en qué momento se alcanza la contemplación?
Llega secretamente, o a veces abiertamente; eso depende de la gracia de Dios y del plan que Él tenga para nosotros. Lo primero que Dios hace en nuestro “cuarto interior” es confirmar nuestra bondad básica como imagen de Dios, tal como dicen las Escrituras; y entonces, Él empieza a sanar las heridas emocionales de toda nuestra vida. Los desechos emocionales no digeridos son evacuados durante el período de oración al experimentar los pensamientos que habíamos reprimido durante la infancia, porque nos resultaba doloroso encararlos. Todo lo que se necesita es volver a sentir el problema y dejarlo pasar sin intentar deshacerse de él, sino reconociéndolo, y dejar que la experiencia sea procesada.
¿Diríamos entonces que con la disciplina diaria y la apertura interior a esa presencia divina podríamos llegar a la contemplación donde reside el yo verdadero, uno con Dios?
Sí, pero no permanentemente, porque aún experimentamos las vicisitudes de la vida; pero nuestra actitud hacia esas vicisitudes cambia, y dejan de causar sufrimiento para convertirse en dolor. Y el dolor es algo que uno puede controlar. El sufrimiento es demasiado íntimo para controlarlo, a menos que uno haya llegado a un nivel más profundo de comunicación con Dios, y de que uno sea capaz de reposar incluso en medio de grandes tragedias, desastres o sufrimientos.
Usted ha dicho que toda palabra, o pensamiento que tenemos o que expresamos, afecta al mundo entero. ¿Podría explicar esto?
Eso es lo que dicen los físicos. Se trata de energía.
¿Y qué sucede cuando la energía que prima es negativa?
Daña al universo. La acumulación de energía negativa es lo que probablemente conduce a la violencia, a las guerras y al odio.
Padre Keating, ¿qué es la sabiduría para usted?
La sabiduría es saber a través de la experiencia; su cumbre es conocer, saber, convirtiéndonos en el Otro.
El Otro, ¿es Dios?
Significa Dios. No en el sentido literal de ser Dios, sino en el de participar de la Sabiduría de Dios, que consiste en la visión que Él tiene de la realidad. Pienso que hemos llegado a un momento en que Dios, en un acto de infinita misericordia, nos está ayudando a encontrar más recursos para alcanzar paz y ser capaces de ayudar a la gente a sobrellevar sus tragedias.
¿Qué lugar tiene el pecado en todo esto?
El pecado personal es optar por nuestro proyecto de felicidad basado en necesidades instintivas, como la seguridad, el poder, el afecto y la estima, y dispuesto a pisotear los derechos y las necesidades de los demás –y hasta nuestro propio bien verdadero– con tal de conseguir lo que queremos, o de escapar de lo que no queremos. De este modo, y a causa de la fragilidad de la condición humana y a la influencia de todo lo que ha sido reprimido en el inconsciente, el grado de responsabilidad o de libertad es mínimo en algunas personas, debido al daño que recibieron en su primera infancia, daño cuyo verdadero alcance sólo Dios puede juzgarlo.
Y el pecado colectivo que vemos, lo integran personas más o menos involucradas en el pecado personal.
Pero sólo Dios puede juzgar… Eso es importante, no debemos de olvidarlo jamás.
Es por eso que no podemos juzgar a los demás, porque no conocemos su historia personal, y el daño que puedan haber recibido en la fase inicial de su vida. Por ejemplo, hay personas que se han visto completamente desprovistas de afecto debido a la ausencia de sus padres, familias rotas por completo.
Y estas personas no son capaces de manifestar sensibilidad, o de llevar vidas sociales normales. No experimentan una reacción emocional ante la violencia contra otros. Si conociéramos su historia, sabríamos por qué.
Usted tiene 80 años, posee una vitalidad increíble, y está profundamente implicado en el diálogo interreligioso. Admirable.
Sí, ando en muchas cosas, que en realidad son una sola. Además del diálogo interreligioso, estoy implicado en el diálogo intermonástico con el budismo, el hinduismo. Sigo el desarrollo de nuevos recursos y evalúo nuevos programas para responder a nuevas necesidades.
Pero el trabajo principal sigue siendo propagar la Oración Centrante, por eso viajo tanto. Espero dar conferencias algún día sobre sanación holística, porque la profesión médica está empezando a reconocer la necesidad de la dimensión espiritual de la oración, una vez más. Los médicos reconocen que la gente puede curarse mediante la meditación y la oración, y no sólo mediante compuestos químicos.
Es la “terapia divina” que todos buscamos.
Sí, terapia divina, porque no es sólo una relación, una amistad con Dios que nos transforma para bien; es una relación médica también. La oración contemplativa es en verdad la sanación del cuerpo, de la mente y del espíritu.
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