En la Espera de la Resurrección
Día del silencio, pero un silencio que grita más fuerte que nunca la esperanza, paciente en la espera del nuevo amanecer. Amanecer en que se manifestara toda la gloria del Crucificado. Es el momento de la intimidad, de la absoluta confianza, de la apertura del corazón.
Jesús quiere que resucitemos, la creación espera nuestra resurrección, Él la espera, no podemos quedarnos solo en celebrar y recordar su resurrección, El ya resucito, él Vive, es tiempo que el resucite en ti, en mí, es tiempo de nuestra propia resurrección, tiempo de donarse, tiempo de gritar ante la duda, ante el desconcierto que Cristo Vive en nuestro mundo, en nuestra Iglesia, en nuestras vidas.
Porque hoy parece que la muerte nos dijera:
¿Adónde han ido a parar tus sueños? Ante la crisis que nos envuelve y amordaza con las vendas de la desilusión, de la verguenza surge el desencanto, la frustración. No hay nada más que podamos hacer, nos sentimos impotentes ante tanto dolor, ante la muerte, parecemos dormidos.
Pero Cristo Jesús es la Vida, es nuestra esperanza, es nuestra fe, por eso creemos…
“Nosotros creemos…”. Creemos que podemos transformar la sociedad, construir un lugar de encuentro, de justicia y fraternidad. Donde la dignidad y la solidaridad han de ser al fin el pan de los pobres, de los que sufren en el cuerpo y en el alma. Otro mundo es posible, más humano, un mundo donde permitamos a Cristo ser Luz, ser Vida. Una Iglesia, comunidad de hermanos despojada de todo aquello que hace difícil ver el rostro del Señor.
Pidamos, supliquemos, gritemos al Espíritu sentir a Jesús vivo, de nuevo. María Magdalena cuenta que, cuando la llamó por su nombre, supo sin ningún atisbo de duda que era Él. Abramos la puerta del corazón para escuchar cuando nos llama por nuestros nombres, cuando la brisa del Espíritu del Resucitado fluye libre y liberadora, nadie lo puede retener.
Busquemos como Tomás con énfasis querer verle y tocarle… VIVIRLO, somos benditos, estemos alegres, Cristo supera todas nuestras miserias, nuestras dudas, todas nuestras muertes, necesitábamos verle, tocarle, sentirle porque, aunque la fe es confianza plena, siempre tenemos necesidad de sentir, para gozar la presencia del amado.
Jesús Buen Pastor, Señor de la Vida atraviesa nuestras puertas y ventanas interiores, entra en todos nosotros y nosotras, arrasa nuestras dudas y desconfianzas, nuestros miedos y temores, como hojas secas, con un viento impetuoso, que nos sorprende siempre, que nos devuelve la alegría y felicidad.
Aviva en nuestro corazón el deseo de vivir de nuevo, la pasión por anunciar y vivir el mensaje de la resurrección en nuestras vidas , en las cosas pequeñas y en las grandes, anunciarla a todos los que encontramos a nuestro paso, a quienes hallamos tirados en las cunetas del mundo, anunciarla a nuestra Iglesia que contigo quiere resucitar como puerta segura. ¡Quédate con nosotros! Permanece aquí con el dulce asombro de tu Presencia Señor Resucitado entre nosotros. Porque la muerte, el pecado, la infidelidad no puede apresar a Quien es la Vida, a Quien da la vida.
Amén.
¡¡Feliz, muy feliz Pascua de Resurrección!! Despierta tú que duermes
Porque, si, Jesús, resucito y tú y yo con él.
Lauda Sion Salvatórem,
Lauda ducem et pastorem,
Per ómnia seacula seaculórum…Allelúia
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Comentarios
Tu amigo y hermano, Jean Andre