Los Derechos de Dios fuente verdadera de los derechos de los hombres.

En medio de la crisis que vivimos como Iglesia y ante aquellas voces al interior y exterior que se levantan y dan cátedra enlodando , enjuiciando por unos pocos que no han sido fiel o han cometido males , la labor pastoral y fundacional innegable de la Iglesia en la historia y desarrollo de nuestra sociedad occidental iluminada por la luz de Cristo y pretenden meter en un mismo saco a los millares que se han consagrado a Dios, tanto en la vida religiosa, sacerdotal, en el matrimonio y en la vida familiar o en el celibato a través de los siglos, por amor a Dios y a los hermanos, no podemos cruzarnos de brazos, cuando una, a veces, sutil y muchas otras, abiertamente persiguen, buscan y condena a la Iglesia a morir en silencio, relegándola fuera de la vida pública y, sobre todo, impidiéndole intervenir en la educación, en la cultura, en la vida familiar, queriendo ilusamente silenciar  la voz de Dios.

En Chile, en los países de nuestra América Latina, la Iglesia fue y es la primera en defender los derechos humanos, incluso de aquellos que hasta no hace poco buscaban su protección y hoy la atacan, es tiempo ya que con la misma fuerza y empeño levantemos la voz y defendamos los Derechos de Dios, con conciencia clara de nuestros pecados, pero también de la gracia que recibimos y el deber que nos corresponde. No son derechos nuestros: son de Dios, y a nosotros, los católicos, El los ha confiado..., ¡para que los ejercitemos!" Me parece muy importante reflexionar y recordar que nuestra dignidad y derechos como hombre y mujer, creyente o no, nacen de haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza, y como cristianos CATOLICOS, que hemos sido reconciliado por Cristo y de estamos llamado, mediante la gracia, a alcanzar nuestra plenitud en Él. Los verdaderos derechos humanos no nacen de los decretos firmados por los hombres, que así como se escriben con una mano, con la otra se borran, según convenga a unos u otros.

Cuando nosotros los católicos apoyamos esas persecutorias posturas y  guardamos silencio o escondemos la cabeza como la avestruz, dejando en las manos de la jerarquía la responsabilidad de la defensa, faltamos a Dios, que nos manda que seamos puros y castos en obras y palabras, evitando todo tipo de malicia en nuestro actuar de día a día, pero que por sobre todo nos pide amarle y amarnos.

En la cultura actual se exalta la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara a sí mismo, al margen de su relación y dependencia de Dios y ajeno a su responsabilidad con los demás. Se intenta organizar la vida social sólo a partir de deseos subjetivos y mudables, sin referencia alguna a una verdad objetiva previa como son la dignidad de cada ser humano, su “origen”, sus deberes y derechos inalienables, especialmente el de la trascendencia. Así se violentan los derechos de Dios, como Padre, Creador y Origen de todo y de todos.

La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias; de exigir a boca llena el respeto de nuestros derechos es más bien la búsqueda de la verdad, del bien, hemos de volver y  reconocer, aceptar que nuestros derechos nacen y tienen sus origen en los derechos de Dios y su sostén es el Amor, el amor cristiano, el amor de Dios. La tarea de la Iglesia, por tanto tu tarea y la mía es colaborar en la salvación a los hombres es necesario volver, sin demora, a una claridad de ideales, a una certeza de valores, a una interpretación del hombre y de su destino, que es la que ofrece el Evangelio y la Ley de Dios.


Hoy todavía está en vigor este principio: “Los derechos de Dios y los derechos del hombre se respetan a la vez, o a la vez se violan. Nuestra vida no estará en orden si no están en orden nuestras relaciones con Dios.”



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que buen post, es muy cierto que ponemos siempre por delante nuestros derechos olvidando a Quien nos los otorga con el magnifico y maravilloso hecho de llamarnos a la vida.
Pero creo también que en nuestra Iglesia a su interior, en las parroquias, capillas y hasta en las propias comunidades religiosas se tiene una postura muy comoda y hasta se hace vista gorda ante problemas, situaciones y miembros que pueden estar mal encaminados. Debemos ser valientes y ser capaces de purificarnos desde las mas altas jerarquias eclesiales hasta el ultimo de los católicos y preguntarnos si realmente somos fieles.
Un abrazo,
Ignacio Gonzalez- Santiago de Chile

Entradas populares