UN PERRO HA MUERTO
Dedicado
a mi querida Almendra, mi perra regalona, mi compañera por doce años, que hoy
se durmió para siempre en mis brazos. Puedo decir que fue la única que siempre
me acompaño, la única amiga fiel a toda prueba , la que supo arrancar una sonrisa
en los momentos difíciles, la que nunca me cuestiono, la que simplemente me demostró
y dio amor, porque sí, ellos los perros saben de amor y lealtad. Y alguno
cuestione lo que dijo y creo, pero gracias a ella recordé muchas veces la presencia
de Dios que es puro amor y libertad, sin dobleces, ni engaños.
Mi
perro ha muerto. (Pablo
Neruda)
Lo
enterré en el jardín
junto
a una vieja máquina oxidada.
Allí,
no más abajo,
ni
más arriba,
se
juntará conmigo alguna vez.
Ahora
él ya se fue con su pelaje,
su
mala educación, su nariz tibia.
Y
yo, materialista que no cree
en
el celeste cielo prometido
para
ningún humano,
para
este perro o para todo perro
creo
en el cielo, sí, creo en un cielo
donde
yo no entraré, pero él me espera
ondulando
su cola de abanico
para
que yo al llegar tenga amistades.
Ay
no diré la tristeza en la tierra
de
no tenerlo más por compañero,
que
para mí jamás fue un servidor.
Tuvo
hacia mí la amistad de un erizo
que
conservaba su soberanía,
la
amistad de una estrella independiente
sin
más intimidad que la precisa,
sin
exageraciones.
No,
mi perro me miraba
dándome
la atención que necesito,
la
atención necesaria
para
hacer comprender a un vanidoso
que
siendo perro él,
con
esos ojos, más puros que los míos,
perdía
el tiempo, pero me miraba
con
la mirada que me reservó
toda
su dulce, su peluda vida,
su
silenciosa vida,
cerca
de mí, sin molestarme nunca,
y
sin pedirme nada.
Alegre,
alegre, alegre
como
los perros saben ser felices,
sin
nada más, con el absolutismo
de
la naturaleza descarada.
No
hay adiós a mi perro que se ha muerto.
Y
no hay ni hubo mentira entre nosotros.
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Un fuerte abrazo.
Felipe - Santiago de Chile