Chile, una sociedad justa y fraterna
Al llegar Septiembre nuevamente nos vemos como una sociedad
herida que está aguardando a la vera del camino la llegada del buen samaritano,
del Pastor Bueno que, sacie nuestra sed de verdad y paz, que nos cure las
heridas nos ayude a labrar una cultura del encuentro que estoy cierto la gran mayoría
queremos, esa cultura que es antídoto
contra ese pasado doloroso en donde las responsabilidades son compartidas. Lo peor de la historia chilena de las
últimas décadas no fue la catástrofe de los años 70-80, con todas sus
consecuencias de dolor, muerte y odio, sino el hecho de que la amplia mayoría
de los ciudadanos pasamos por ella sin comprender su sentido profundo,
permitiendo así que el viento del destino pueda alimentar nuevos incendios con
sus cenizas nunca apagadas. Todo gesto de reconocimiento, de perdón tiene un valor
que debemos propiciar. Lo ocurrido,
continuará ocurriendo hoy y en el futuro con otros ropajes hasta que no nos
detengamos y miremos el tipo de sociedad que estamos construyendo, una sociedad
que está dejando a muchos a la vera de los caminos, la situación económica
y social de nuestro país es cada día más dramática y paradójica, sabemos
qué hay que hacer para resolver los principales problemas que crean atraso,
pobreza y sufrimiento. Sabemos qué políticas conviene aplicar para que las
economías creen riqueza de modo sostenible, bien distribuida, ingresos
suficientes y empleo.
Pero el problema fundamental para poner en marcha
las soluciones y reformas sociales y económicas que sabemos que son
imprescindibles es que para ello es necesaria una convicción previa, la
existencia de un imperativo moral en la sociedad y en la gran mayoría para que
las convirtamos en una exigencia insoslayable.
En nuestro Chile hay luces y sombras, cosas positivas y negativas, pero
por sobretodo Chile
tiene vocación de encuentro, somos capaces de modelar una sociedad justa que
sea capaz de cobijar a tod@s sus hij@s sin distinción. Hay que salir a construir una alternativa
desde nuestro día a día, desde nuestras familias, desde nuestras comunidades,
desde las organizaciones. Salgamos al encuentro del otr@ a descubrirnos en su
rostro, en sus sueños, en sus aspiraciones, en los deseos de paz y justicia. Es
la tarea de todos, jóvenes y viejos, hombre y mujeres, pobres y ricos, de
creyente y no creyentes.
Nuestra Señora del Carmen, Ella la Madre de la Iglesia. Ha sido la Madre
de nuestra Patria, desde sus comienzos por voluntad de nuestros próceres, Ella
nos ayudará a superar la difícil situación de nuestro Chile y nos acompañara en
el reencuentro, en la construcción de una sociedad justa y fraterna.
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