"Podemos matar al hermano con la lengua"

Papa Francisco: atención, podemos matar al hermano con la lengua 



Donde está Dios no hay odio, envidia y celos y no hay conversaciones que matan a los hermanos: es lo que ha afirmado el Papa Francisco esta mañana en Santa Marta, donde ha retomado la celebración de la Santa Misa con los grupos después de la pausa estival.


El encuentro de Jesús con sus compatriotas, los habitantes de Nazaret, como lo relata el Evangelio de San Lucas propuesto por la liturgia del día, ha sido la parte central de la homilía del Papa. Los nazarenos admiran a Jesús –observa el Pontífice- pero esperan de él algo asombroso: “querían un milagro, querían un espectáculo” para creer en él. Así Jesús dice que no tienen fe y “ellos se enfadan mucho. Se levantaron y empujaron a Jesús hasta el monte para despeñarlo, para matarlo”:

“Pero mirad como cambió la cosa: comenzaron con belleza, con admiración, y terminan con un crimen: queriendo asesinar a Jesús. Esto es por celos, por envidia, todas estas cosas… Esto no es algo que pasó solo hace dos mil años. Esto sucede cada día en nuestros corazones, en nuestras comunidades. Cuando en una comunidad se dice: ‘Qué bien este que ha venido nuevo’ Se habla bien de él el primer día, el segundo no tanto; el tercero se comienza a murmurar y se termina despellejándolo”. Así los nazarenos “querían asesinar a Jesús”.

“Los que en una comunidad hablan de los hermanos, de los miembros de la comunidad, quieren matar: ¡lo mismo que estos! El Apóstol Juan, en la primera lectura, cap III, versículo 15c, dice esto: ‘el que odia en su corazón a su hermano, es un homicida’. Estamos acostumbrados a los cotilleos, a las murmuraciones. Pero ¡cuántas veces nuestras comunidades, incluso nuestra familia, son un infierno donde se da esta criminalidad de matar al hermano y a la hermana con la lengua!”.

“Una comunidad, una familia –prosiguió el Papa- es destruida por esta envidia, que siembra el diablo en nuestro corazón y hace que uno hable mal del otro, y así se destruya”. “En estos días –destacó- estamos hablando mucho de la paz”. Vemos a las víctimas de las armas, pero es necesario pensar también nuestras armas cotidianas: “la lengua, los cotilleos, las murmuraciones”. Cada comunidad –concluyó el Papa- debe vivir con el Señor y estar “como en el Cielo”.

“Para que se dé la paz en una comunidad, en una familia, en un país, en el mundo, debemos comenzar así: estando con el Señor. Donde está el Señor no hay envidia, no hay criminalidad, no hay odio, no hay celos. Hay hermandad. Pidamos esto al Señor: nunca matemos al prójimo con la lengua, que estemos con el Señor como estaremos en el Cielo. Que así sea.”


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