TRANSMITIR LA FE CONALEGRÍA … Y evitar la tentación del celo amargo

1 era Parte
El Papa Francisco busca hacernos redescubrir cuestiones esenciales de nuestro ser cristianos:
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.[i]
Y nos impulsa con renovada fuerza “a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría
Se trata –en palabras de su predecesor Benedicto XVI– de “que la Iglesia renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo, único salvador del mundo; reavive la alegría de caminar por el camino que nos ha indicado; y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe”[ii]. Entusiasmo de creer, alegría de vivir, testimonio de la fuerza de la fe. Feque se hace vida, y así también testimonio. Porque “en la medida en que nos alimentamos de Cristo y estamos enamorados de él, sentimos también dentro de nosotros el estímulo a llevar a los demás a él, pues no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe; debemos transmitirla”.[iii]
Dios hace de sus discípulos, apóstoles: quien es alcanzado por la gracia de Dios no sólo es salvado, sino que también se convierte en un instrumento de Dios que contagia la fe, esperanza y amor que ha recibido.
Ese contagio se realiza por el testimonio –todos ven cómo la gracia transforma a una persona, y ven su alegría–  y la palabra que ilustra lo que los demás ven, y da razón de la propia esperanza –los motivos que lo llevan vivir como vive–.
El Papa Francisco, nos anima a avivar en nuestras almas el celo apostólico, que surge como consecuencia de ser sal y luz. Y nos pone en guardia ante el peligro de convertirnos en cristianos encerrados, porque “la sal que nosotros hemos recibido es para darla, es para dar sabor, es para ofrecerla. De lo contrario se vuelve insípida y no sirve. Debemos pedir al Señor que no nos convirtamos en cristianos con la sal insípida, con la sal cerrada en el frasco”. Seríamos “¡cristianos de museo! ¡Una sal sin sabor, una sal que no hace nada!”[iv]
Pero ¿cómo hacerlo?
Formas que muestren el contenido
Quien quiere transmitir su fe –en principio todos los cristianos–, tiene que contar con un principio metodológico fundamental: que la forma de transmisión sea coherente con el contenido.
La fe cristiana es una cuestión de amor de Dios, salvación, misericordia, plenitud, vida eterna, esperanza, etc. Se trasmite algo que es fundamentalmente amor, verdad, bien; por tanto el medio transmisor debe participar de estos valores.
Se comprende así que la alegría y el entusiasmo forman parte esencial de la transmisión de la fe. No se deberíahablar de Dios y de la propia fe sin alegría y sin entusiasmo. Y esto, no por motivos de marketing, sino por esencia: no es una teoría, es una vida de comunión con Dios, que llena la vida.
De manera que habrá que excluir todo lo que contradiga el mensaje: ira, faltas de caridad, enojos, agresividad, crítica, envidia, ofensas, mentiras, discusiones, vanidad, soberbia, etc. Si se pretende que otra persona entienda el cristianismo, tiene ver lo que se le explica en quien se lo explica (tiene que ver lo que oye).Lo contrario sería como pretender  trasladar agua en un colador…
Además se añade otro motivo. En nuestros días –al menos en occidente–el ambiente está teñido de un cierto anticristianismo que tiende a verlo como algo negativo (lleno de prohibiciones), anticientífico, lleno de miserias, etc. Para comprobarlo basta considerar la forma en que algunos medios de comunicación tratan a la Iglesia y al Papa. Este ambiente dificulta ver el verdadero rostro del cristianismo y siembra en las almas perjuicios, que pueden llevarlos a concluir que el cristianismo no tiene nada que decirles, que pertenece a un pasado definitivamente superado.
Tendremos que ayudar a quienes viven en este climaa conseguir la apertura mental necesaria para recibir un mensaje que sienten no necesitar, pero necesitan con toda su alma. Mostrarles su racionalidad y su amabilidad, los podráen condiciones de encontrarse con Cristo, ya que percibirán su verdadero rostro –que es amable–, y su Persona –que es el Logos, la racionalidad divina–.
El apostolado no es propaganda: no nos mueve el afán de popularidad, de conseguir más adeptos. No nos mueve la soberbia de querer que nos den la razón. Nos mueve –debería movernos– el amor, el deseo de que todos se salven, que encuentren a Dios y,con Él, el sentido de su vida, se pongan en camino a la plenitud, participen de la vida divina. Que no se pierdan el amor de Dios que da sentido y plenitud a la vida. Queremos que sean todo lo felices que se pueda aquí en la tierra, y lo sean absolutamente en la eternidad.
En la transmisión de la fe hay tres factores fundamentales: la racionalidad y la coherencia de vida, en personas llenas de alegría. Racionalidad, vida, alegría. Así se extendió en cristianismo en los primeros siglos, y así lo seguirá haciendo en nuestros días


[i]Papa Francisco, ex. Ap. EvangeliiGaudium, n. 1.
[ii] Benedicto XVI, Audiencia General (17.10.12).
[iii]Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma (5.6.06).
[iv] Papa Francisco, Homilía en Santa Marta (23.5.13).



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