Vivir Semana Santa con una mirada nueva
«...
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer,
sediento
y te dimos de beber, o sin hogar y te recibimos, o sin ropa y te
vestimos,
o enfermo o en la cárcel y te fuimos a ver... En verdad les
digo
que cuando lo hicieron con alguno de estos mis hermanos más
pequeños,
lo hicieron conmigo» (Mt 25, 37-40)
Estamos ad portas de
celebrar el Triduo Pascual (crucifixión, muerte y resurrección de Jesús) fecha
muy sentida, cargada de prácticas devocionales, a la vez tiempo muy propicio
para meditar en el valor de la entrega, del sacrificio, del amor , tiempo para
descubrir a Cristo que camina por nuestras calles hoy viviendo un nuevo vía
crucis.
La invitación es a dirigir
nuestra mirada y corazón al Cristo que camina en medio nuestro cargado su cruz,
así como tú y yo cargamos la propia, no podemos olvidar o vivir nuestra fe
cristiana sin el hermano, y tampoco sin el sentido del pobre. El sentido del
pobre en el Evangelio va más allá de una predilección ético-humanista: verifica
la autenticidad de nuestro seguimiento de Cristo.
En la espiritualidad
cristiana, este sentido del pobre aparece como inseparable del sentido de Dios,
de tal manera que convertirse al Señor envuelve siempre como dimensión capital
el convertirse al pobre a descubrir en el a un hermano, hijo de un mismo Dios y
Padre, por tanto igual en dignidad que cualquiera de nosotros.
De ahí que los pobres son
declarados bienaventurados, y un signo privilegiado de que la Salvación ya
presente entre nosotros. «Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a
anunciar a los cautivos su libertad y devolver la luz a los ciegos. A liberar a
los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor... Hoy se cumple esta
profecía» (Lc 4,18-19) nos dice Jesús
llamándonos a tener un corazón misericordioso atento para no permitir que nos
acostumbremos a las situaciones de miseria, violencia, pobreza o indiferencia
que encontramos, nos rodea y que muchas veces “no vemos”.
Miremos con ojos nuevos a
los hermanos necesitados; Semana Santa es el tiempo propicio para convertirnos
al amor del prójimo; un amor que genera una actitud de misericordia, de
cercanía que nos debe urgir para ser Pan Partido con el hermano que sufre.
Celebrar Semana Santa
junto al pobre, al que está en situación de calle es celebrar con el Señor,
quien “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” de allí juntos resucitaremos a una vida nueva, germen
para un cristiano nuevo, una ciudad nueva, un país mucho más justo y fraterno.
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