La Reforma Tributaria: Dinero v/s Equidad
Desde el 1° de Abril,
cuando el Proyecto de Ley fue enviado al Congreso, se han desencadenado airadas
reacciones orientadas a dificultar su aprobación. Y no es para menos, la
Reforma Tributaria busca cambiar estructuralmente el modelo de sociedad imperante.
Para ello, el proyecto propone “avanzar en equidad tributaria, mejorando la
distribución del ingreso”, un objetivo que, pese a la hostilidad que ha
despertado la reforma, no ha sido desmentido porque los contrastes sociales que
muestra nuestro país son evidentes.
Concluida la primera fase
legislativa de la Reforma Tributaria, la discusión del Proyecto de Ley queda
ahora radicada en el Senado, donde se espera que sea aprobado con cambios
menores.
En medio de la vorágine,
las implicancias morales del proyecto de Reforma Tributaria son omitidas de la
discusión pública, faltando gravemente a la verdad.
En ese contexto, es
oportuno dar una mirada honesta al magisterio social de la Iglesia que, como un
servicio providencial, ayuda a despejar temores e intenciones ocultas.
La riqueza de la Doctrina
Social de la Iglesia en esta materia es abundante. Por lo mismo, y considerando
que el papa Francisco ha realizado una síntesis magistral de algunos aspectos
sociales, es pertinente iluminar la discusión desde la Evangelii Gaudium.
Previamente, y a modo de
paréntesis, resulta necesario situar como núcleo esencial de la discusión, el
paradigma liberal de Kuznets, que confiere al crecimiento económico el rol
fundamental para reducir la desigualdad. Este supuesto axioma es el argumento
que aglutina al neoliberalismo para
combatir el proyecto de Reforma Tributaria y para justificar los temidos
efectos de dicha reforma en el crecimiento económico. Paralelamente, se ha
hecho mundialmente conocido el economista francés Thomas Piketty, quien
–en su reciente best seller “El Capital
en el Siglo XXI”– cuestiona estadísticamente la validez de la teoría del
“chorreo”, señalando con registros, acumulados entre los años 1700 y 2012, que
la desigualdad es inherente al capitalismo porque el retorno del capital es muy
superior al crecimiento económico. Ello provoca que, con el tiempo, “los ricos
sean cada vez más ricos”.
Desde la perspectiva
moral, el papa Francisco con su exhortación apostólica Evangelii Gaudium entra
en la contingencia a fines de 2013. Hoy, en Chile, esas palabras adquieren un
profetismo desconcertante que bien vale escuchar para iluminar la conciencia de
la gente de buena voluntad.
El papa dice: “… algunos
todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento
económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo
mayor equidad e inclusión social en el mundo.
Esta opinión, que jamás ha
sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la
bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados
del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen
esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para
poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización
de la indiferencia.” EG 54.
Y con la fuerza propia del
profeta, agrega: “Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos
ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni
nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos
incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el
mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas
truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de
ninguna manera nos altera.” EG 54.
Y defendiendo el deber de
los Estados para subordinar los mercados al bien común, advierte: “Mientras las
ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan
cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la
autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que
nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien
común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de
forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas.” EG 56.
Y llama a la conversión
social a los especialista y a los jefes de Estados, diciéndoles con paternal
solicitud: “… animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los
países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: « No compartir
con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son
nuestros los bienes que tenemos, sino suyos ».”. EG 57 (El papa cita a San Juan
Crisóstomo).
Y con actualidad
desconcertante, pareciera dirigirse a los políticos chilenos diciendo: “Una
reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud
enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar
este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la
especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa
ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de
recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos.
Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las
finanzas a una ética a favor del ser humano”. EG 58.
Con las interpelantes
palabras del papa Francisco, sólo cabría agregar que; la conversión social que
los cristianos en Chile no hemos conseguido a fuerza de las convicciones
religiosas, podría conseguirse por la fuerza de la Ley establecida por un
Estado laico; un signo de contradicción innegable.
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