Líbranos del miedo que paraliza y de la comodidad de los cobardes corazones.
Ante el drama de tantas y
tantas personas que día a día van poblando los espacios de mi corazón, con sus
historias y sus grandes dolores, con sus esperanzas defraudadas y con heridas
muy abiertas y lamentables, no puedo menos que levantar el corazón agradecido y
confiado al Dios de la vida, para pedirle y suplicarle, que ante el misterio
del dolor y del sufrimiento, no nos libre de la inquietud ni de la violencia
interna que nos desestabiliza y nos pone en pie para luchar y para amar; sino
que nos libre del miedo paralizante y de la comodidad de los cobardes, de
aquellos que prefieren culpar a los otros, sin arremangarse y comenzar a
construir. De aquellos que tienen la obligación de velar por el bien común de
todos y solo velan por el propio y por los grupos de poder, sean cuales sean
estos.
Lo digo y lo repito, mi
vida son mis causas, y mis causas valen más que mi vida, y esas vidas son las
que queman por dentro y me hacen sentirme solidari0 con la humanidad: ¿no son
acaso, esas vidas, las del mismo Jesús total, que vive y muere en sus hermanos,
en los más pequeños?
La fe, no es una doctrina,
es un don, es una fuerza que nadie puede detener, es el soplo del Espíritu que
va libre y , es una manera de estar presente en el mundo, es una pasión que nos
inquieta y nos hace preguntarnos una y otra vez: ¿Y yo, qué puedo hacer? Es
Jesús que nos pide y nos hace constructores de su Reino, y una y otra vez nos
recuerda, que Dios no tiene manos, porque tiene las nuestras para construir,
consolar, acariciar, acompañar; para recordarnos que somos el rostro humano del
Dios que ama la vida y que vive en cada una de sus criaturas sin excepción
ninguna. Es el Reino que tenemos que construir aquí y ahora.
Cuando experimentamos a
Jesús de esta manera, la vida se ilumina, se hace inquieta y viviendo en la más
absoluta normalidad, lo cotidiano se vuelve luminoso, y el dolor se transforma
en un reto que reclama dar la vida para que todos la tengamos en abundancia.
No, nos cansemos de estar
al lado de los más pobres, si cansémonos de tanta injusticia, de tanta
impunidad, de la corrupción y que se nieguen la realidad contante y sonante de
los pobres, cansémonos de gobierno que ha vueltos invisibles o inexistentes la
miseria en que muchos están sometidos con sus soluciones que no es otra cosa
que administrar la miseria. Estoy harto y cansados de los “trepas” de los que
habla el Papa Francisco, de aquell@s que se llaman servidores públicos pero no
sirven más que a sus intereses. Necesito sentir que el Reino nos hermana y nos
hace solidarios de los más empobrecidos, del Reino donde la suerte del otro es
mi suerte.
Hoy, una vez más, mientras
veo , comparto en especial con las personas en situación de calle y toco los
límites de fragilidad humana que reclaman el pan de sus derechos, el pan de ser
reconocido como lo que persona , igual y dignidad que cualquiera de nosotros,
de las mujeres maltratadas y obligadas a continuar con sus parejas, porque no
tienen dónde ir, me atrevo una vez más a pedir ayuda, a suplicar que compartamos
lo que somos y tenemos: nadie tan pobre como para no poder dar aunque sea una
sonrisa para girar la cabeza y “ver al otr@”, seguro que son muchos los que
pudiendo prescindir de cosas prescindibles pueden canalizar su ayuda material,
para que otros tengan la oportunidad de, al menos, vivir con dignidad. Hoy pido
por ellos: por los preferidos del corazón del Dios. Porque...
“Pues,
¿de QUÉ le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ”
Marcos 8:36
Esta
vida es un suspiro, la vida verdadera para el creyente va más allá de este
suelo pero se comienza a cimentar en el hoy porque el final solo y únicamente importara
cuanto amamos, no cuanto reunimos.
Líbranos
del miedo que paraliza y de la comodidad de los cobardes los corazones, líbranos
de convertirnos en cómplices, líbranos de la ceguera o la mudez de ver y
escuchar y no hacer nada ante el dolor y la injusticia.
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