Chris McCandless : Un soñador, un hombre libre.




El otro día vi una película que hacía tiempo que tenía ganas de ver: Into the Wild (traducida como “Hacia rutas salvajes”). Está dirigida por Sean Penn y se basa en un libro del mismo nombre escrito en el año 1996 por Jon Krakauer. Es una película muy interesante y emotiva, con momentos que marcan profundamente al espectador. Por lo menos a mí me sucedió.

En ella, se narra la historia de un prometedor veinteañero estadounidense llamado Christofer McCandless (autobautizado como Alexander Supertramp). El joven, descontento con la sociedad, decide romper con todo y a la edad de 22 años comienza un viaje “hacia lo salvaje” viviendo con lo indispensable.

Desaparecido para sus padres, familiares y amigos, se cruza entre los años 90 y 92 varios estados de América con la intención de encontrarse consigo mismo.







Chris es un apasionado de la lectura y se lleva varios libros consigo. Los autores que más le influyen son Jack London, León Tolstói y Henry David Thoreau. Tras cruzar los estados de Arizona, California y Dakota del Sur parte al que será su último destino: Alaska.


Durante el tiempo que estuvo en Alaska, Chris fue escribiendo en un diario sus aventuras y desventuras. Se pasó varias semanas usando como refugio un autobús que llevaba tiempo abandonado (sabe dios como llegó hasta allí). El bus fue apodado como “The Magic Bus”.








The Magic Bus se ha convertido en un lugar de encuentro y reflexión al que llegan miles de visitantes cada año.



En el bus, Chris sobrevivió a las inclemencias y a la falta de alimentos, dado que cazar le resultaba bastante complicado al no tener gran experiencia con el manejo de un fusil que un hombre le regaló. Llegó un punto en el que decidió moverse y retornar por donde había venido. Por desgracia, el riachuelo que había cruzado unos meses antes se había convertido en un inmenso y violento río imposible de cruzar.



Asustado y debilitado, Chris trató de aguantar alimentándose de plantas. Por desgracia, es posible que se intoxicara al ingerir un tipo venenoso de bayas o un hongo. Fue perdiendo peso hasta quedarse literalmente en los huesos. Sus últimos días los pasó en el bus, metido en un saco de dormir esperando a que la muerte viniese a buscarle.









Este es un autorretrato tomado por Chris durante su estancia en el bus, fue encontrado en su cámara se encontró el que sería su último retrato con vida, donde se lo ve flaco, con barba pero sonriente a pesar de saber que su destino estaba sellado. Había vivido como quiso y fue feliz...




Chris, que valga la redundancia era cristiano, se despidió del mundo con estas palabras: “He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós, que Dios os bendiga”. El 18 de Agosto de 1992 Christofer McCandless – Alexander Supertramp nos deja para siempre.



El legado de Chris McCandless pervive hoy gracias a los libros, películas y documentales que se han hecho sobre su persona. Aunque para muchos pudiera ser muy ingenuo y peligroso lo que hizo, el llevar un sueño hasta las últimas consecuencias es digno también de admiración.



Porque cuantos de nosotros nos conformamos con lo que tenemos por vida y hemos olvidado nuestros sueños o a veces nos engañamos haciendo nos creer que hemos logrado lo que soñamos…



Creo que lo más justo no es recordarle como un héroe o como un villano. Sino como alguien que soñó con algo y luchó por ello. Puede que a su aventura le faltase algo de cabeza, pero desde luego que le sobró corazón.

“Más que el amor, el dinero o la fama, deseo la verdad. Me senté a una mesa donde había manjares exquisitos y vino en abundancia, rodeado de comensales obsequiosos, pero carente de verdad y sinceridad. Me alejé de esa mesa inhóspita sintiendo todavía hambre. La hospitalidad era tan fría como el hielo.”
Henry David Thoreau. Walden o la vida en los bosques.



“He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós y que Dios los bendiga”.









Un joven en busca de su destino, que vivió y murió por un sueño, buscando respuestas y que hoy es considerado un héroe que vivió por sus ideales y murió en su ley.

Quizá su misión haya sido cumplida post mortem, y su propósito sería el despertar la conciencia en cada uno de nosotros, sobre cómo nos comportamos y convivimos con la naturaleza, el planeta y nuestros semejantes. Y la gran pregunta…



¿Soñamos aún hoy?, sino es así aún tenemos tiempo para soñar… aún tenemos tiempo para extender la mano, para sonreír, para decir te amó, para pedir y dar perdón porque al perdonar amamos y nos dejamos amar. Así como Chris, Teresa de Calcuta, Pedro Arrupe, Charles de Foucauld y otros grandes soñadores un día podamos decir:



“He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós y que Dios los bendiga”.








Francisco de Asís y Domingo de Guzmán, guiados por la luz de Dios, auténticos reformadores de la vida de la Iglesia y de la sociedad





Deseo destacar las palabras del Papa este miércoles 13 de Enero, en su audiencia general, especialmente porque desde hace mucho hemos escuchado que se habla de “volver a las fuentes” y en algunos casos, especialmente en algunas comunidades religiosas, esa vuelta a resultado bastante larga y van de experimento en experimento, unas pareciendo más una agencia o fundación filantrópica que una familia religiosa nacida de los carismas que Dios regala a la Iglesia por medio de los fundadores y otras creyendo que resucitando usos y costumbres que tiempo atrás eran más una carga que una ayuda eficaz . Esto no quiere decir que desconozca la entrega y radicalidad que muchos tratan de vivir y viven, además siempre el Espíritu Santo suscita nuevas familias religiosas que dan frescura y son originales al tomar como ejemplo y vivir ese volver a las fuentes que vieron Francisco, Domingo , Benito y tantos otros santos y santas fundadoras con santo y prudente equilibrio.





CIUDAD DEL VATICANO, 13 ENE 2010.- Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, a las órdenes mendicantes, surgidas en el siglo XIII, centrándose en las más conocidas, los franciscanos y los dominicos, fundadas respectivamente por el italiano Francisco de Asís y el español Domingo de Guzmán.




"Son los santos, guiados por la luz de Dios, los auténticos reformadores de la vida de la Iglesia y de la sociedad. Maestros con la palabra y testigos con el ejemplo, promueven una renovación eclesial estable y profunda", explicó el Papa.




Santos como Francisco de Asís y Domingo de Guzmán "fueron capaces de leer con inteligencia los signos de los tiempos, intuyendo los retos con los que tenía que enfrentarse la Iglesia en su época". Uno de estos desafíos era "la expansión de varios grupos y movimientos de fieles que, aunque inspirados por un deseo legítimo de vida cristiana auténtica, se colocaban a menudo fuera de la comunión eclesial". Entre estos grupos estaban los cataros o albigenses, que repropusieron antiguas herejías como "el desprecio del mundo material, (...) la negación de la libre voluntad y la existencia de un (...) principio del mal equiparable a Dios".




Movimientos como aquellos tuvieron éxito, "no solo por su sólida organización, sino también porque denunciaban un desorden real en la Iglesia, causado por el comportamiento poco ejemplar de diversos representantes del clero".




Sin embargo, los franciscanos y los dominicos "demostraron que era posible vivir la pobreza evangélica sin separarse de la Iglesia", renunciando no solamente a la posesión de bienes materiales, sino también rechazando que la comunidad fuera propietaria de terrenos y bienes inmuebles, testimoniando así "una vida extremadamente sobria para ser solidarios con los pobres y confiar solo en la Providencia".




El estilo personal y comunitario de las Ordenes Mendicantes, "unido a la adhesión total a la enseñanza de la Iglesia y a su autoridad fue muy apreciado por los pontífices de la época, (...) que ofrecieron su pleno apoyo a esas nuevas experiencias eclesiales, reconociendo en ellas la voz del Espíritu".




"También hoy, incluso viviendo en una sociedad en la que prevalece el tener sobre el ser, somos muy sensibles a los ejemplos de pobreza y solidaridad", observó Benedicto XVI, recordando que Pablo VI afirmaba que "el mundo escucha de buen grado a los maestros cuando también hay testigos. Esta es una lección que no hay que olvidar nunca en la obra de difusión del Evangelio: vivir en primera persona lo que se anuncia, ser espejo de la caridad divina".




Asimismo, las Órdenes respondieron a la exigencia muy difundida en su época de la instrucción religiosa, predicando y tratando "temas muy cercanos a la vida de la gente, sobre todo la práctica de las virtudes teologales y morales, con ejemplos concretos, fácilmente comprensibles".




Dada la importancia que asumieron las Ordenes Mendicantes, instituciones laicas como los gremios o las autoridades civiles las consultaban a menudo. Los franciscanos y dominicos fueron así "los animadores espirituales de la ciudad medieval" y "pusieron en marcha una estrategia pastoral adecuada a las transformaciones de la sociedad". En un tiempo en que las ciudades crecían, construyeron sus conventos en zonas urbanas y viajaron de un lugar a otro, "abandonando el principio de estabilidad que había caracterizado la vida monástica durante siglos". Adoptaron para ello una organización diversa, "reservando mayor importancia a la Orden en cuanto tal y al Superior General" frente a la autonomía de la que hasta entonces gozaba cada monasterio. "Así, estaban más disponibles para las exigencias de la Iglesia Universal", comentó el Santo Padre.




Otro gran reto eran "las transformaciones culturales", que hacían muy vivaz la discusión en las universidades. De ahí que los frailes "entrasen en los ateneos más famosos como estudiantes y profesores, erigieran centros de estudio (...) e incidieran significativamente en el desarrollo del pensamiento".




"Hoy también hay una "caridad de la verdad y en la verdad", concluyó el Papa. "Una "caridad intelectual" para iluminar las inteligencias y conjugar la fe con la cultura. La tarea de los franciscanos y dominicos en las universidades medievales es una invitación a estar presentes en los lugares de elaboración del saber para proponer, con respeto y convicción, la luz del Evangelio sobre las cuestiones fundamentales que atañen al ser humano, a su dignidad y a su destino eterno".

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