Queridos hermanos y hermanas 
En la fiesta de la Presentación de Jesús al Templo celebramos un misterio de la vida de Cristo, ligado al precepto de la ley mosaica que prescribía a los padres, cuarenta días después del nacimiento del primogénito, que acudiera al Templo de Jerusalén para la purificación ritual de la madre (cfr Es 13,1-2.11-16; Lv 12,1-8). También María y José cumplieron este rito, ofreciendo – según la ley – un par de tórtolas o de pichones. Leyendo las cosas con mayor profundidad, comprendemos que en aquel momento es Dios mismo el que presenta a su Hijo Unigénito a los hombres, mediante las palabras del viejo Simeón y de la profetisa Ana. Simeón, en efecto, proclama a Jesús como “salvación” de la humanidad, come “luz” de todas las naciones y “signo de contradicción”, porque manifestará los pensamientos íntimos de muchos (cfr Lc 2,29-35).Leer homilia completa  http://www.masdecerca.com/

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