Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». La misericordia de Dios cura nuestra miseria, pero necesariamente debe ir acompañada de la justicia de Dios.

Con profundo dolor nuevamente tenemos que referirnos al Escándalo y Vergüenza que clama al cielo: La pedofilia - No podemos hacer como que no ocurre nada, esto es sumamente grave y exige una respuesta definitiva ante tanto mal que se esta causando, lo primero es decir NO AL SILENCIO COMPLICE. Hago mío el post de la Hna. Lucia Caram en su blog: sintonía cordial porque expresa todo lo que yo y muchos sentimos y creemos.


“Tolerancia Cero
Decir que Dios es misericordioso, que perdona siempre, que ha venido a buscar lo que estaba perdido, es tan real, como es la palabra de Dios. Pero es Él quien perdona, acoge y regenera.
Benedicto XVI –y esto no está en contra de lo que digo arriba, sino en absoluta sintonía- en el tema de abusos de menores, está siendo muy riguroso y está, parece ser, dispuesto a hacer una limpieza a fondo en la Iglesia. Y esto es sin duda signo de la justicia, la misericordia y la compasión de Dios: hacia las víctima, y también hacia los enfermos, degenerados y pervertidos, que siendo sacerdotes y/o religiosos, han traicionado sus compromisos, han traicionado la confianza de las personas, y han profanado el nombre de Dios y la dignidad de las personas, que son el templo del Espíritu, el espacio donde Dios habita.
En los últimos meses se ha oído de todo: Holanda, Alemania, Legionarios. En la última semana, la mugre ha aparecido, se ha destapado o ha comenzado a apestar en nuestra Iglesia.
Me causa dolor, repugnancia y mucha compasión hacia las víctimas.
Me gustaría que los obispos sean firmes en las decisiones: que retiren a tales personas corruptas del ministerio, que les den tratamiento psicológico, y que los alejen para siempre del trato con los menores y de la responsabilidad de anunciar el Evangelio. Hay muchas posibilidades para ayudarles, pero desde luego lejos del ejercicio del ministerio.
Me gustaría que sean juzgados sin privilegios ni recomendaciones, porque ser quiénes eran – religiosos o sacerdotes - en este tipo de delitos, es un agravante y nunca un atenuante.
Seguro que una vez descubiertos se lo están pasando mal, y son dignos de lástima, pero la lástima no ha de hacer temblar la mano a quien ha de remediar una situación que ha dejado a muchas personas marcadas, heridas y deshechas para siempre.
En el nombre del Dios de la vida; por el amor que profeso a la Iglesia de Jesús, y por mi amor a las personas, especialmente a los niños, a los pobres, a los más débiles e inocentes, pido que esto no vuelva a ocurrir, y si ocurre: firmeza. Ya vendrá quien podrá curar y perdonar, pero mientras peregrinamos en este mundo, como Pueblo de Dios, no podemos permitir que haya quienes se aprovechen de sus hermanos y los dejen en la cuneta de la vida. ¡Ay de los que escandalizan a uno de estos hermanos más pequeños!
Que Dios les perdone, que sus obispos les ayuden a regenerarse, curarse y enmendarse, y que por favor por el bien de la Iglesia y de los hombres de buena voluntad NO OCULTEN O PROTEGAN ESTOS CRIMENES. La Iglesia y la sociedad se vean libres de esta lacra que repugna, rebela y nos hace sentir impotencia, rabia y dolor, ¡mucho dolor!”

Extracto de la Carta de S.S. BENEDICTO XVI  a los Católicos de Irlanda

A las víctimas de abusos y a sus familias

Habéis sufrido inmensamente y me  apesadumbra tanto. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra  confianza ha sido traicionada y violada vuestra   dignidad. Muchos de vosotros  han experimentado que cuando tuvieron el valor suficiente para  hablar de lo que les había pasado, nadie quería escucharlos. Aquellos que sufrieron  abusos en los internados deben haber sentido que no había manera de escapar de su dolor. Es comprensible que  os sea  difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza. En la comunión con la Iglesia es donde nos encontramos con la persona de Jesucristo, que fue Él mismo una víctima de la injusticia y el pecado. Como vosotros aún lleva las heridas de su sufrimiento injusto. Él entiende la profundidad de vuestro dolor y  la persistencia de su efecto en vuestras vidas y vuestras relaciones con los demás, incluyendo vuestra relación con la Iglesia.
Sé que a algunos de vosotros  les resulta difícil incluso entrar en una iglesia después de lo que ha sucedido. Sin embargo, las heridas de Cristo, transformadas  por su sufrimiento redentor, son los instrumentos que han roto el  poder del mal  y nos hacen  renacer a la vida y la esperanza. Creo firmemente en el poder curativo de su amor sacrificial  - incluso en las situaciones más oscuras y desesperadas - que libera y trae la promesa de un nuevo comienzo.
Al dirigirme a vosotros como un pastor, preocupado por el bienestar de todos los hijos de Dios, os pido humildemente que reflexionéis sobre lo que he dicho. Ruego que,  acercándoos a Cristo y participando en la vida de su Iglesia - una Iglesia purificada por la penitencia  y renovada en la caridad pastoral -  podáis descubrir de nuevo el amor infinito de Cristo por cada uno de vosotros. Estoy seguro de que de esta manera seréis capaces de encontrar  reconciliación,  profunda curación interior y  paz.

A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños

Habéis  traicionado la confianza depositada en vosotros por  jóvenes inocentes  y por sus padres. Debéis responder de ello ante  Dios Todopoderoso y  ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado  vergüenza y  deshonor sobre vuestros semejantes. Aquellos de vosotros que son sacerdotes han violado la santidad del sacramento del Orden, en el que Cristo mismo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Junto con el inmenso daño causado a las víctimas, un daño enorme se ha hecho a la Iglesia y a  la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa.

Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a  expresar con  humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda.
Debéis tratar de expiar personalmente  vuestras acciones ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos que habéis ofendido. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los  pecados y extraer el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos llama a  dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios. 

Hemos de aplicar esta dolorosa experiencia en todo el quehacer que llevamos adelante, tanto sacerdotes, religiosos, laicos consagrados y todos y cada uno de los que formamos Iglesia, estamos en la mira del la sociedad y hoy más que nunca nos piden y exigen coherencia y no solo quedarnos en pontificar y sentenciar, Dios permita que en nuestro país e Iglesia en Chile no hayan casos que lamentar y si lo hubiera que nuestros Obispos sean valientes y a tiempo denuncien. Recordemos que para muchos la imagen que tienen o se hacen de Dios, es la que proyectamos nosotros los que nos decimos y llamamos CREYENTES.


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