“Te honro y admiro, María Madre de Jesús, porque Él es tu vida,
 tu alma, tu corazón”                                                                                     San Juan Eudes.


Que hermosa, sabia y maestra es nuestra Iglesia que en su liturgia y calendario no separa, lo que es inseparable, los Corazones de Jesús y de María.

Ayer celebrábamos al Hijo, hoy celebramos a la Madre, en cuyo seno se hizo carne el Divino Corazón.

El Corazón de María es todo amor por Dios. Porque nunca ha amado nada fuera de Dios y lo que Dios quiso que amara en él y por él. Porque le ama  con todo su corazón, con toda su alma, y con todas sus fuerzas. Porque no solamente ha querido siempre lo que Dios quería, sino que ha puesto en ello su gozo y plenitud. Y al igual que el Corazón del Hijo, el Corazón de la Madre es todo amor por nosotros. Ella nos ama con el mismo amor con que ama a Dios porque es a él a quien mira y ama en nosotros. Con el mismo amor con que dijo su FIAT, en Nazaret, con el mismo Corazón que nos lo dio en Belén y en la Cruz, con el mismo Corazón que lo vio resucitado y glorioso y con ese mismo Corazón con que camina junto a nosotros día a día como discípula y Madre de la Iglesia.





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