ROMPER NUESTRO SILENCIO, ANTES QUE EL SILENCIO NOS
ROMPA EL CORAZÓN



¿Por qué Dios ha callado?, esa fue la pregunta que me formulo una señora mayor, cuando compartíamos los últimos acontecimientos que han ocurrido en nuestro país y en distintos lugares del mundo. Al tratar de contestar a su pregunta, recordé la siguiente reflexión.

Despierta Señor ¿Por qué duermes?¡Levántate, no nos rechaces para siempre! ¿Porqué ocultas tu rostro y te olvidas de nuestra desgracia y opresión?¡levántate, ven a socorrernos! (salmo 44). Este hermoso y confiado Salmo, a veces se vuelve una triste queja ante el silencio.

¿El silencio de Dios?
Es un silencio que nos “molesta”, sobretodo ante el dolor que lacera los cuerpos y las almas de los inocentes. Nos turba la idea de un Dios que esté lejano, impasible, en las alturas, que parece  ser solo un observador del  espectáculo. El Abbá, el Dios-papá de corazón maternal parece esfumarse sobre el horizonte tenebroso de la maldad humana y del sufrimiento que nos acompaña de día y noche.

¡!Pero¡¡

Echar sobre la espalda de Dios, el peso de la responsabilidad, es una elección cómoda donde nuestra conciencia descansa, inclusos de aquellos que tratamos de asumir nuestro propio silencio-cómplice.

Dios nunca ha dejado de hablar. Sus palabras suenan en nuestras iglesias, es proclamada en el día a día de tantos bienaventurados anónimos, se busca su difusión por distintos medios y formas, pero… muchos se preguntan y nos preguntan ¿dónde están los cristianos? Y en realidad  ¡¿Dónde estamos? y ¿Por qué estamos en silencio?

Hoy los gobiernos mundiales, sacrifican a millones de inocentes, en nombre de las ganancias acumuladas en las manos de unos pocos. Numerosas personas viven y mueren hoy en una gran miseria, donde los dramas se suceden sin parar – un ejemplo terrible es la situación actual en Somalia – y en nuestras ciudades suburbios abandonados a la ley del más fuerte, cárceles inhumanas, hambre, torturas, persecuciones, aborto, eutanasia, etc. Donde al dolor físico se añade muchas veces el abandono y lo que es peor a la indiferencia.

¿Dónde está esa humanidad, donde estamos los cristianos, ante la inmisericordia de hoy? ¡Silencio! Disimular no ver.
Se nos hacen cercanas las tragedias que la naturaleza causa, pero la furia, la muerte, la indiferencia causada por la actividad humana se borran, no nos impacta tanto, o ¿si? . No es el silencio de Dios que debe escandalizarnos. Es nuestro silencio el que debe preocuparnos y avergonzarnos.



Hoy en día, lamentablemente, muchos cristianos no buscan un nuevo estilo de vida basado en los valores del Evangelio, sino que buscan el alivio y la solución a sus problemas existenciales. No buscan hacer la voluntad de Dios, sino consolaciones, no quieren perdón, sino una explicación a sus angustias y dificultades. Es la dictadura del “yo”. El otro importa, en la medida en la que me sirve. El individualismo produce desinterés y  genera silencio. Se es locuaz, cuando se trata de defender sus derechos y silencioso cuando hay que abogar por los demás.

Hablamos y discutimos sobre la maldad del pasado. Total la culpa es de los demás. En lugar de preocuparse por el silencio de Dios, es necesario romper nuestro silencio, asumiendo el silencio de Dios, que habla de amor, solidaridad, ternura y servicio, sin hacer tanto ruido.



Antes de preguntarnos por el silencio de Dios, examinemos nuestros silencios, nuestra indiferencia, es urgente una nueva Evangelización en la Misericordia que nos hace sintonizar con l@s herman@s. Evangelizar es poner al hombre en contacto con Dios, tomar decisiones y opciones que El ya ha cumplido. Esa es la opción preferencial que espera el mundo de nosotros, una opción por vivir la Misericordia con los más pobres y abandonados, no solo los que sufren carencias materiales.





"La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción"
 (Santo Tomás)

Comentarios

Entradas populares