Amigo de los Excluidos y Corazón Misericordioso


San Juan Eudes, Maestro con entrañas de misericordia, nos dice : “No tengamos ojos para ver las faltas del prójimo, ni oídos para oír hablar mal, ni boca para acusar, ni entendimiento para juzgar , ni voluntad para condenar , ni memoria para recordar nada en contra, sino un corazón misericordioso, compasivo, caritativo y un espíritu paciente para soportar”. Esta afirmación, invitación y desafío nace de su experiencia de fe y de vida, de su dialogo íntimo y fecundo con Jesús, Maestro y Señor de Misericordia nos dice:

“No juzguen y no serán juzgados, del mismo modo que ustedes juzguen se los juzgara. La medida que usen para medir la usarán con ustedes” Mateo 7.1-2




Esta reflexión no pretende ser una lección o consejos, simplemente nace de la experiencia que hoy tuve en mi reunión de comunidad. Estamos llamados a ser amigos, a acoger, a ser misericordiosos con los excluidos y no ser nosotros quienes excluyamos, sea cual sea el motivo, incluso si este es “moralmente correcto”, esto con los que llamamos pecadores públicos, pero especialmente con los hermanos que comparten nuestra fe, sea quien sea y cumpla el servicio que sea, que han caído y producto de este o aquel hecho hayan causado escándalo.

Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados sea cual sea el motivo, es algo que le sale de dentro (del Corazón). Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es propiedad  de “los buenos”, sino del que esta a la vera del camino, del “enfermo”. A todos acoge y bendice.

Jesús tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar. En cierta ocasión desvela cómo contempla el amanecer: "Dios hace salir su sol sobre buenos y malos". Así es él, por eso, a veces, reclama con fuerza que cesen todas las condenas: "No juzguéis y no seréis juzgados".
Pero lo más admirable es su actuación. El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de "hombre de Dios" comiendo y bebiendo animadamente con pecadores.

Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de pecadores". Jesús no se defendió. Era cierto ¿acaso no vino por el que esta perdido para encontrarlo?, en lo más íntimo de su ser sentía respeto y una amistad conmovedora hacia los rechazados, su Corazón sentía y daba Misericordia.
Marcos recoge en su relato la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos. Jesús está atravesando una región solitaria. De pronto se le acerca un leproso. No viene acompañado por nadie. Vive en la soledad. Lleva en su piel la marca de su exclusión. Las leyes lo condenan a vivir apartado de todos. Es un ser impuro.

De rodillas, el leproso hace a Jesús una súplica humilde. Se siente sucio. No le habla de enfermedad. Solo quiere verse limpio de todo estigma: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús se conmueve al ver a sus pies aquel ser humano desfigurado por la enfermedad y el abandono de todos. Aquel hombre representa la soledad y la desesperación de tantos estigmatizados. Jesús «extiende su mano» buscando el contacto con su piel, «lo toca» y le dice: «Quiero. Queda limpio».

Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral o por escrúpulos  mal entendidos a cualquier hermano o los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida, cerrando nuestro corazón nos estamos alejando gravemente de Jesús, porque en aquel que rechazamos esta presente Jesús a la vera del camino esperando que nos detengamos, lo toquemos, le extendamos la mano, haciéndonos participes de su dolor, buscando mirar el fondo de su corazón con los ojos de Jesús, ojos de Misericordia.





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