Un Recuerdo Personal



Hasta pronto...

Hay cosas que no recuerdo, mejor o peor. No lo sé. Pero hay personas, cosas y hechos que sí recuerdo, que fueron y serán fundamentales. Y la más importante de entre esas personas es Sor Lucia. Quienes me “conocen” saben de quien hablo. Y quienes no, solo puedo y deseo resumirlo en dos palabras: Amor y Entrega. Sí, porque eso fue y será ella para mí.
Hoy es jueves 13 de diciembre. Para algunos, seguro que un día más, pero para mí un Día que quedo marcado para siempre en mi vida, en mi historia. Un día que fue sinónimo de alegría, de fiesta por más de 28 años y que hoy es sinónimo de recuerdo, de gratitud, de tristeza y de infinitos recuerdos.
No voy a fingir, no voy a negar mi más profundo deseo. Quisiera que alguien me despierte y me diga que no se fue. Que todo fue un sueño, que no murió. Quisiera volver a caminar junto a Ella, hablando, sonriendo, rezando juntos, sabiendo que está allí para mí, que sigue pidiendo por su ñatito. Quisiera negociar con Dios y darle mil horas de mi vida a cambio de que ella vuelva a respirar, a cambio de que ella siga siendo madre y mi amiga. Quisiera quince segundos más para escuchar su dulce voz diciéndome que ama.
No se puede. No está y estoy aprendiendo a vivir con su ausencia física, digo solo de física porque su alma, su recuerdo, su aroma se ha quedado cerca y siento que me cuida.
Hoy deseo decir gracias.
A Sor Lucia o más bien a Juanita, que ese era su nombre de bautismo, mis gracias eternas por todo lo que me enseñó. Por haberme mostrado el camino, por su amor incondicional, que estoy cierto me será muy difícil volver a encontrar. Amor a toda prueba, amor maternal que se desvelaba cuidándome cuando estaba enfermo, amor maternal que fue capaz de perdonar mis errores, de creer en mí , de no abandonarme hasta el último día , hasta el último de sus respiros.
Gratitud por el testimonio de entrega, paciencia, amor hacia quienes le buscaban y servía. Testimonios hay muchos de su trabajo con las niñas y mujeres que ella asistía en el inolvidable y siempre recordado Buen Pastor de San Felipe. Es esa escuela, en la escuela de la paciencia es que aprendí a creer en los otros, porque Ella primero creyó y me amó. Mis gracias eternas porque sé qué hacía más valiente y fuerte cuando los otros se sentían desfallecer, porque fue compañera en el dolor, en silencio, con sus oraciones, con sus abrazos maternos, con sus lágrimas compartidas.
A mis queridos lectores mis gracias eternas por su paciencia a leer esto palabras, quise compartir con quien lo desee algo de lo que guarda mi corazón. El testimonio de gratitud, de amor hacia una mujer que sin serlo fue Madre y testimonio vivo de lo importante, de los fundamental que es una persona y cada persona. Fiel a la premisa de la fundadora de su Congregación “Una persona (un alma) vale más que un mundo”

Creo en el amor, en la permanencia y su eternidad. Creo que en esta vida todas las cosas que se hacen con amor brillan más y creo que Algún día nos volveremos a encontrar con aquell@s a quienes hemos y nos han amado por lo que esta separación es un Hasta pronto.
Y mientras eso ocurra Vivamos con y en el amor, en la gratitud, reconociendo lo hermoso que hay en cada y en todas y cada una de las personas.



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